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jueves, 6 de enero de 2011

LOU GEHRIG Y DON ANSELMO

Para los que amamos el béisbol, las vivencias de nuestros jugadores favoritos, dentro y fuera de la cancha, son tan valiosas las unas como las otras. En ocasiones tengo la impresión que cuando uno de ellos toma turno al bate, nosotros bateamos como segunda sombra.
En aquel año de 1989, mi hijo Ignacio jugaba en la liga Maya de béisbol del Distrito Federal, México. Como cada domingo, asistía junto con él para verlo jugar en Campo 3. Era un deleite sentarme en la tribuna y gritarle una que otra arenga, pero más aún, dándole instrucciones de cómo pararse en el short stop o a la hora de pitchear.
Uno de tantos días, un personaje singular apareció en los pasillos de las instalaciones, y con parsimonia senil, su andar lento lo llevaba a cualquiera de los diferentes campos. Las primeras ocasiones me bastaba mirarlo sonreír y charlar amenamente con cuanto padre se lo permitía. Lo veía sacar papeles, recortes de periódico y en una ocasión, algo que parecía un souvenir de las Grandes Ligas de los Estados Unidos.
Con el paso de las semanas, sentí curiosidad de conocerlo, pues era todo un personaje entre los asistentes. Finalmente, llegó el gran día.
De nombre Don Anselmo, su rostro apergaminado y enjuto, guardaba una actitud ante la vida que denotaba alegría y buen humor. Era una máquina de hablar y hablar y hablar. La primera sorpresa fue que contaba con 82 años de edad y su amor por el béisbol era inagotable. La segunda fue cuando sacó un periódico prácticamente destruido, el cual desdoblaba con extremo cuidado. El titular era espectacular: “Lou Gehrig y Babe Ruth, fenómenos en los Yankees de New York”. Sin embargo, ésa no era la verdadera razón por la cual me la mostraba, sino que en una de las fotos, aparecía Don Anselmo junto con Lou Gehrig, vistiendo la franela neoyorquina.
Cuando levanté la mirada, descubrí sus ojos penetrantes hurgando en mi expresión. Sí, en efecto, habían jugado juntos en aquel entonces. Una hora tardamos en platicar, más bien en él hablar y yo sonreír mirándolo revivir aquella época dorada de su vida.
Como tesoros invaluables, de poco en poco me fue mostrando recortes y fotografías de su paso por la franquicia millonaria. Su rostro se iluminaba a la vez que movía ambas manos para expresar la enorme felicidad de haber vivido tan inmensa experiencia.
De vez en cuando, ambos mirábamos el campo de béisbol donde en ese momento jugaba mi hijo. Estoy seguro que él se miraba a sí mismo correr por las praderas centrales. Yo, por mi parte, imaginaba a mi hijo algún día jugar en las Grandes Ligas de los Estados Unidos.
(La fotografía es del equipo de béisbol donde jugaba su señor padre, la cual me la obsequió)


Arnulfo Arenas Izquierdo

2 comentarios:

  1. Martín Samaniego Salas (Coatzacoalcos, Ver)7 de enero de 2011, 13:00

    Muy apreciable Arnulfo:
    Me has hecho casi llorar. Efectivamente, sólo los que amamos el béisbol entendemos que la vida de un pelotero corre en dos vías paralelas, convergentes y bellas.
    Gracias por el recuerdo. Yo tuve la fortuna de ver jugar a Lou Gehrig.
    Gracias

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  2. Jessica Praga L. (D.F.)7 de enero de 2011, 21:12

    Dicen que las fotografías hablan, pero que lamentablemente poco comprendemos su idioma.
    Mi padre fue jugador de los Dodgers de Los Ángeles, incluso jugó contra los Yankees en un par de ocasiones.
    Lo de Lou Gehrig es cierto: ¡Todo un fenómeno!
    Gracias

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