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jueves, 9 de diciembre de 2010

MARIO (EJEMPLO)

Cuando se nace con el mar a un lado, la niñez encuentra mil formas de juego pero también muchas de trabajo. Mario era mi mejor amigo. Su padre y el mío, pescadores de oficio, nos levantaban a medianoche para poder pescar el mejor atún de toda la bahía. Casi no descansábamos; las jornadas se pegaban la una a la otra y escasamente podíamos tirarnos en una hamaca para poder echarnos una siestecita.
Una mañana, Mario no quería levantarse. Su padre, Don Severiano, lo tundió a golpes, pero mi amigo jamás se levantó. Doña Cloti se interpuso entre la furia del anciano, porque era muy viejo, y mi pobre y enflaquecido compañero. ¡Estaba enfermo!
Por mi parte, mi padre y yo esperábamos pacientes a bordo del pequeño "Sirenito". Cuando a punto estábamos de echarnos al mar, la ronca voz del viejo nos hizo detener. "Es un flojo, así no será nunca nada en la vida", expresó en repetidas ocasiones.
Cuando volvimos en la madrugada, corrí a casa de Mario para saber cómo seguía. Doña Cloti salió con el rostro desencajado: "Mario está muy grave, creo que tiene pulmonía", me dijo abrazándome con fuerza. Aquella noche no pude dormir; una preocupación inmensa inundaba mi corazón. En el lugar éramos escasamente doce chamacos, la hermanita de Mario y como veinte viejos. No había más niñas, ni escuelas ni diversión alguna. Todo era trabajar y trabajar.
"¿Cómo sigues, Mario?", le preguntaba por entre los tablones donde se ubicaba su camastro. El silencio era la única respuesta. Nada ni nadie me daba cuenta de la salud de mi amigo. Sólo sé que empeoraba cada día, cada hora.
La noche siguiente todo siguió igual. Como susurro de ferrocarril, las imágenes se repetían una y otra vez. Nada nos alentaba, nada nos sacaba siquiera una sonrisa. Fue entonces que tomé una decisión. Me metí a su casa en el amanecer, que era cuando los viejos dormían, me acerqué a Mario y le hablé al oído. Simplemente asintió con la mirada. Con las pocas fuerzas que le quedaban, salimos juntos con el mayor sigilo y nos dirigimos al mar.
Nos trepamos al "Sirenito" y nos embarcamos justo en la dirección del sol naciente.
Fue la última vez que supieron de nosotros, pero también fue la última vez que salimos juntos. Cuando estábamos lo suficientemente lejos, mi sonrisa no encontró eco en la suya. Sus ojos cerrados mostraban una paz inmejorable.
¡Ambos alcanzamos la libertad! Cada uno a su manera.


Gonzalo Miranda Solís
gonzmirandasolis@gmail.com

4 comentarios:

  1. Hermosa convocatoria. Singular, sencilla y polifacética a la vez. ¡Suerte!

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  2. Congratulations for all of you. I hope sincerly You reach the success.

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  3. Héctor Solís Austria19 de diciembre de 2010, 10:49

    Los felicito por la iniciativa. Deseo participar tan luego se abran las inscripciones.
    ¡Saludos!

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  4. Me siento sumamente atraído por la convocatoria. Me gusta la fotografía, principalmente la de blanco y negro, y se me hace muy interesante plasmar un pensamiento relacionado a ésta.

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